BIOGRAFÍA
Inclinarse por lo clásico y, yendo más allá, apostar por ello es algo relativamente sencillo. Dejarse influir por artistas que la mayoría somos capaces de recitar de carrerilla y hacer un puñado de canciones que beban de esas fuentes no es la tarea más complicada
con la que nos podemos encontrar en el mundo de la música. Otra cosa bien diferente es hacerlo bien y, además, sonar perfectamente actuales. Y eso es lo que hacen Rambalaya en su álbum de debut.
Al grupo, liderado por la batería de Anton Jarl, principal compositor de la mayoría de temas, lo completaban originalmente Jonathan Herrero a la voz, Héctor Martín a la guitarra, Matías Míguez al bajo, y Fernando Tejero al piano y el Hammond, a los que se unen ahora los vientos de Pol Prats, saxo tenor y barítono, y David Pastor, trompeta, para dar forma a un disco que da continuidad al EP que publicaban hace apenas año y medio, todavía bajo el nombre de The Ramblers. De aquel rescatan un par de canciones, las imprescindibles (y regrabadas) «Chip On Your Shoulder» y «Stop Fooling Around», a las que suman nueve temas más de su propia cosecha que, definitivamente, les han de dar el espaldarazo que merecen en la escena musical de este país.
Más que solventes en la composición, y sobrados de pericia instrumental, esta panda de excelentes músicos dan nacimiento a este proyecto como complemento a su presencia en bandas como Los Mambo Jambo, A Contra Blues, Koko-Jean & The Tonics o Los Saxofonistas Salvajes, y lo hacen buscando ampliar los horizontes que siempre han caracterizado a su música. Optan por la luminosidad y la superposición de estilos, y la jugada les sale fantástica.
Ahí están como prueba de mis palabras la energía desenfadada y oldie de «Bootlegger Man», un hit casi perfecto. O el aroma casi punk del blues «Can’t Take It No More» que parece sacada de un disco de los Flat Duo Jets en el que hubieran fichado a un
cantante soul. El mismo soulman que es capaz de enternecer en «It’s Gonna Rain». Mientras, «Talking To Myself» tiene mucho de cinematográfico, e imaginársela como banda sonora de una película de cine negro de serie B no es difícil. Mucho tiene que ver en ello – como en todo el disco – la tarea de un Dani Nel.lo que cada vez saca más partido a sus producciones. «Come And Lay Down Here Beside Me» es tersa, sedosa, y sirve de contrapunto perfecto a los temas más acelerados del álbum. «One More Chance» es una canción ideal para el brillo de la batería de Anton Jarl, compositor de ocho de los once temas aquí incluidos, y para que los vientos demuestren el cuerpo que le dan a cualquier canción si parten de unos buenos arreglos. No por conocida se nos hace menos interesante la escucha de «Chip On Your Shoulder» que gana empaque con, de nuevo, la inclusión de los citados vientos. Así se convierte en un perfecto tema de soul atemporal al que es difícil no afiliarse. Debía llegar el momento de dejar que la siempre exquisita técnica guitarrística de Héctor Martín se hiciera con el protagonismo, y «True Love» y su cadencia blues es ideal para ello. Mostrando que no es mejor guitarrista aquel que más notas toca por segundo, sino el que sabe colocarlas en el lugar adecuado. Incluso sabiendo ceder ese protagonismo a la trompeta, que se marca aquí un solo de órdago.
Ya me perdonarán los exquisitos, pero «Ain’t Gonna Put No Flowers On Your Grave» es la heredera Rhythm’ and Blues del «Maggie’s Farm» de Bob Dylan, y poco me importa que anden tirándose de los pelos. Por si no había brillado lo suficiente a lo largo del disco, la voz de Jonathan Herrero se adueña de «I Wanna Say Thank You», para dejar en el cierre del trabajo momentos de lucimiento a los siete miembros del combo, con la también recurrente pero no por ello menos excelsa «Stop Fooling Around». Así que vayan haciendo un sitio en sus estanterías. O mejor no. Quizá no sea necesario. Mejor dejan este debut de Rambalaya cerca de su reproductor. Así no estarán todo el día yendo a buscarlo para pincharlo una y otra vez. En el fondo, es lo que van a hacer. No se resistan a esta adicción.
En 1973 Elvis Presley vivió su último gran pico de inspiración en un estudio de grabación. Al menos de manera continuada. Tras haber sido número uno con Aloha from Hawaii, enésimo directo perpetrado por el Coronel Parker, Elvis quiso intentar capturar en estudio, su excelente estado de forma como músico. Algo que durante toda la década y hasta su muerte se puso en duda. Para ello se metió en los estudios de la Stax, en McLemore Avenue, Memphis, y registró unas sesiones memorables, luego desperdiciadas al ser repartidas en diferentes discos pero cuyo espíritu quedó definitivamente recogido en la caja publicada en 2013 por RCA. Una colección de canciones que reúne versiones de Tony Joe White, Mark James o Chuck Berry en los estudios donde grabaron Otis Redding, Carla Thomas o, por supuesto Booker T and The MGs. La definitiva fusión entre el rock and roll, el rhythm and blues y el soul. Algo que, cincuenta años después ha conseguido Rambalaya en su nuevo disco, «Only In My Dreams».
Porque solo en nuestros sueños, el Elvis de la Stax se aparece en estas once canciones grabadas mucho más cerca, en los Feelback Studio de Barcelona. No puedo evitar, tras la escucha compulsiva del disco retrotraerme a aquellos momentos en los que nunca
estuve. Solo en mis sueños, ya saben. Y es que el grupo comandado por la batería de su ideólogo y principal compositor, Anton Jarl, y completada por Jonathan Herrero a la voz, Pol Prats al saxo, David Pastor a la trompeta, Gerard Nieto a los teclados, Héctor
Martín a la guitarra y Matías Míguez al bajo lo pone fácil. De manera innata, los instrumentistas han creado el colchón perfecto para que la increíble capacidad vocal de Herrero se meza como si una inocente nana sonara en nuestra cabeza. Y brilla, brilla y brilla. Eternamente. Como Elvis en Stax.
Héctor asegura que se queda con «Until I See Again» porque le recuerda a “la típica canción melódica americana de finales de los setenta, muy al estilo Roy Orbison o el Springsteen más primitivo”. David apunta al excelso momento en que la voz de su cantante “entra arriba de todo en «Only In My Dreams»”, Jonathan apuesta por la grandeza de los temas más melódicos y, curiosamente, el puente final de «Carnaval», favorita también de Pol y Gerard, y Anton se queda también con «Only In My Dreams» porque “fue el primer tema que compuse para el disco y sentí que había tocado algo que me emocionaba a mí mismo, algo que no siempre pasa”. Pobres ellos. Mi maldad les ha llevado a tener que decirnos qué momento les gustaba más del disco, mientras yo, y de paso ustedes, podemos quedarnos con todo. No solo con lo citado, sino también con la perfección de «Cry», con Jonathan alcanzando unas estrellas cuya luminosidad aporta el resto. Con «Always Blue» y esa entrada de los vientos en las que, si como yo, no ven a Elvis versionando a Glen Campbell, impresión reforzada por el fraseo vocal, es que no estamos en el mismo plano. Con «Lonesome Land» que nos acerca al góspel. Con «Rider With No Head» y reminiscencias al mejor Tom Jones. Con «Second Date» y su aroma fronterizo. O con «Until I See You Again». Otra vez. Elvis está vivo, me lo dijo un amigo. Pero no, no se queden solo con eso. Sería simplificar demasiado un disco enorme. Aunque es inevitable que los discos, ese objeto de deseo de los amantes de la música, nos recuerden a alguien, el reduccionismo no puede ser el único elemento de juicio. Y, huyendo de él, Rambalaya han encontrado su sitio. Su lugar. Donde solo ellos pueden estar. Son la conjunción perfecta de todo lo citado que, y esto no es tan habitual, han sabido llevar su grandeza a unos cuantos surcos. El objetivo de todo músico. Algo que solo suele pasar en sus sueños. Pero los sueños a veces se hacen realidad.
Eduardo Izquierdo
(marzo de 2023)